Lo bueno y lo malo de la docencia online… está en nosotros
Tras un año de docencia online, con la excepción de unas pocas semanas de modelo híbrido que disfrutamos en las universidades andaluzas a principios de este curso, se barrunta en la Universidad de Málaga que volveremos a recibir a alumnos en las aulas a partir del 19 de Abril.
Así que me parece un buen momento para valorar la experiencia, al menos la mía, con la docencia online. Escucho a muchos de mis compañeros decir que en comparación con la presencial en el aula, es esencialmente peor y que, por tanto, deberíamos ir al mundo presencial lo antes posible. Hay quienes se aventuran a decir que están muy preocupados por la no presencialidad, como mi compañera Amalia expone en esta entrada.
Yo no tengo esa visión tan negativa de la docencia online ni de la superioridad tan absoluta de la presencialidad. Seguro que no soy el único antiguo estudiante universitario que recuerda haber tenido algún que otro profesor que usaba sus sesenta minutos de presencialidad para leernos sus apuntes. En esos momentos, me hubiese encantado tener un botón de stop y dejar la recitación para mejor momento.
La clave está en el uso que hagamos. Tal y como decía Richard Feynman, «a cada hombre se le da la llave de las puertas del cielo; esa misma llave abre las puertas del infierno». Os dejo un par de apuntes en los que destaco cosas buenas, cosas menos buenas y cómo me gustaría que fuese la docencia universitaria postcovid.
Lo bueno
Los alumnos tienen nombre. Úsalo
He vuelto a conectar con la experiencia de dirigirme a mis alumnos por su nombre. Ciertamente, en una clase con 100 alumnos es heroico conocer el nombre de todos los alumnos desde el primer día (no todos tenemos la capacidad de Amalia). Pues bien, la plataforma virtual me da directamente el nombre… Y esta cuestión no es menor… reducir la distancia entre profesor y alumno con algo tan simple como el uso del nombre de pila me ayuda a eliminar la barrera entre profesor y alumno que impide que el aprendizaje fluya.
El chat te convierte en uno de ellos. No lo desperdicies
La espontaneidad de los alumnos encuentra vehículo de expresión en el chat de la clase. Cada vez más me gusta tener un ojo en mi explicación y otro en el chat de la clase. Allí los alumnos verbalizan sus pensamientos, sus impresiones y se dirigen a ti de esa manera informal de quien te considera parte de su grupo. Personalmente, me encanta. Una barrera menos para que todo fluya. Mi experiencia con el chat online es estupenda.
Los sondeos proporcionan un feedback valioso.
Hacer un sondeo a mis alumnos en una clase online es cuestión de 30 segundos. Y me permite conocer instantáneamente cómo van digiriendo los conceptos en clase. El anonimato de las respuestas permite que los alumnos se expresen libremente… haciendo que la información recibida se acerque más a la realidad. El incentivo a «mentir» en un mundo anónimo es pequeño…
Lo malo
Para repetir las clases ya está la grabación
Cuando mis compañeros de docencia me dicen que se sienten un poco extraños impartiendo su docencia en un aula sin alumnos o en el despacho, dirigiéndose a un aula vacía o a una pantalla de ordenador, yo les respondo que eso no es lo peor. Lo peor es repetir dos o hasta tres veces la misma clase online, en las mismas condiciones… eso me deja una sensación de deja vu. No le veo sentido. No veo en el mundo online ninguna externalidad negativa al pasar de clases de 50 alumnos a grupos de 200.
Los exámenes tradicionales no tienen sentido online. Actualízate
Evidentemente, no conozco a ningún profesor que prefiera hacer los exámenes online a presenciales. Y casi que no conozco a ningún alumno que prefiera hacer los exámenes presenciales a los online. Pero esa no es la cuestión. El examen tradicional está pensado para el mundo presencial… El mundo online llama a la actualización de la forma de evaluar.
Los powerpoint no tienen sentido online. Actualízate
Tardé dos clases en darme cuenta -venga, también me lo dijeron los alumnos- de que en las clases online los powerpoint que tradicionalmente uso en mis clases presenciales no tienen sentido. Ya no los uso… bueno, se los paso con antelación a mis alumnos y la clase la doy usando mi libreta y una cámara que recoge todo lo que escribo. Al final de la clase, pongo a disposición de mis alumnos la grabación de la clase y el escaneado de mi libreta.
¿Qué futuro quiero?
A nivel individual, mi propósito es que cuando vuelva la presencialidad, use en el aula los recursos online que he descubierto en el mundo online. Se me ocurre seguir usando profusamente los sondeos y dejar en el campus virtual pequeños vídeos con los conceptos clave de las clases. También estoy buscando en algún marketplace unas gafas de realidad aumentada que me digan el nombre del alumno cuando lo mire. Como eso igual tarda un poco, tengo el firme propósito de volver a aprenderme el nombre de mis alumnos de memoria, como hacía antaño y dejé de hacer por comodidad.
A nivel colectivo, igual deberíamos de retomar la discusión de hace 15 años cuando la introducción de los nuevos planes de estudio del plan Bolonia y los grupos grandes y pequeños… Mi visión sigue siendo muy anglosajona: un enorme grupo grande y muchos grupos pequeños muy pequeños. Su implementación chocaba con la falta de espacios en las facultades… pero ahora, esa limitación ya no existe: hagamos el grupo grande tan grande como queramos y que la clase la imparta online el mejor profesor del dpto… y hagamos los grupos pequeños tan pequeños como sea posible, en formato presencial para prácticas, ejercicios y dudas.