Política monetaria e inflación en tiempos de covid (II)
Esta entrada es la segunda parte de esta otra, realizada por Luis Herrera Bravo, sobre política monetaria e inflación.
En la primera parte, hablábamos de política monetaria e inflación en tiempos de covid, de los tipos de interés naturales y de que sus niveles se encuentran en mínimos históricos. En esta segunda parte nos vamos a centrar en otra herramienta de la política monetaria, los programas de Quantitative Easing (Flexibilización Cuantitativa).
Uno de los problemas de tener tipos de interés naturales tan bajos es que los Bancos Centrales (BC) no pueden reducir más los tipos a los que remuneran los depósitos. En cierta medida están limitados por el Zero Lower Bound (Límite Inferior Cero). Aquí es donde entra en juego la política monetaria no convencional (cada vez más convencional). Por ejemplo, los programas de Quantitive Easing.
Programas Quantitive Easing
Con los programas de Quantitive Easing, el BC directamente inyecta la liquidez en el mercado comprando activos seguros en los mercados secundarios en vez de rebajar los tipos a los que remunera las reservas de los bancos comerciales. Así incentiva a que éstos aumenten la oferta monetaria mediante la concesión de préstamos. Por ejemplo, el Banco Central Europeo puede comprar bonos de deuda del estado español a un fondo de inversión. Así aumenta la cantidad de dinero en circulación, ya que, el fondo pasaría de tener en su balance los bonos para tener euros.
Al igual que el tipo de interés no puede considerarse bajo o alto sin mirar a un marco más amplio (como explicamos en la entrada anterior), algo parecido pasa con los programas de Quantitative Easing.
¿Aumentará la inflación?
En circunstancias normales, un aumento de la oferta monetaria conllevaría un aumento de la inflación, ya que, como ya explicamos, una mayor cantidad de dinero está disponible para el consumo de un mismo conjunto de bienes y servicios.
Sin embargo, no nos encontramos en circunstancias normales. Precisamente por eso, esta política monetaria (en contraposición de lo que muchos pronostican) no se traducirá en un aumento de la inflación. Es decir, al mismo tiempo que el BC inyecta liquidez en la economía, tratando de aumentar la demanda agregada, otros factores actúan en la dirección opuesta. Por ejemplo, una importante proporción de la población ha sufrido una caída significativa de sus rentas. Asimismo, la capacidad de consumo de los individuos está limitada por las medidas de distanciamiento social. También debemos contar con la incertidumbre existente que hace a los agentes reacios a consumir o invertir y prefieren mantener sus activos de la forma más líquida posible. Además, hace que la creación de dinero por la vía convencional, el crédito de la banca comercial, también se resienta.
En definitiva, podemos ver la existencia de fuerzas contrapuestas al programa de inyección de liquidez que están llevando a cabo los bancos centrales. Una de ellas es el aumento sin precedentes del ahorro (se ilustra en el gráfico para EEUU). Por tanto, las fuerzas inflacionistas se ven compensadas por las fuerzas deflacionistas.
Inflación post-covid
Una vez entendido esto, la preocupación del lector puede ser en el sentido de qué pasará cuando las restricciones se eliminen y la incertidumbre se disipe. ¿Todo este ahorro se volcará al mercado en forma de consumo y veremos unas grandes presiones inflacionistas? Todo hace pensar a que no será el caso. En cierta medida porque parte de esa liquidez ya se ha inyectado a la economía. Por tanto, una gran parte del aumento del consumo no producirá presiones inflacionistas. Irá destinado a la cancelación de la deuda que se contrajo durante la pandemia y, por tanto, gran parte de esa oferta monetaria será destruida. Además, la Propensión Marginal a Consumir (PMC) de aquellas familias con ingresos altos es reducida, mientras que aquellos con rentas bajas (y PMC alta) no han sido capaces de acumular ahorro.
Por otro lado, la capacidad de consumir en aquellas actividades que han estado restringidas durante la pandemia es limitada. Es cierto que ciertas familias se irán de vacaciones o disfrutarán de alguna comida en un restaurante con más frecuencia, pero, por ejemplo, no van a cenar dos veces el mismo día. Por lo que podemos pensar que una parte de ese ahorro permanecerá como ahorro.
En conclusión, la política monetaria que ha permitido la salvaguarda de cierta parte de la renta de las familias y el endeudamiento para mantener negocios que en ausencia de la pandemia eran solventes, no parece que vaya a tener grandes presiones inflacionistas sino que han sido unos instrumentos cruciales para la lucha contra los problemas derivados de la covid-19.
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